Desde que somos pequeños nos lanzan la idea de que hay que comer bien para crecer (obvio).
Especialmente, fruta y verdura. Porque tienen mucha vitamina C. Todos tenemos claro que es súper importante para estar sanos y fuertes, pero ¿sabemos por qué?
¿Qué nos han contado sobre este nutriente? ¿Qué tiene que es tan beneficioso? Y lo más importante: ¿qué le aporta a nuestro cuerpo?
Su buena fama hace que no tenga ni un solo detractor: desde médicos hasta nutricionistas, pasando por los gurús de la belleza. Todos defienden su potencial, elevándola hasta tal nivel que incluso algunas marcas la han convertido en la protagonista de varias líneas de productos enteras.
No hay discusión posible: la vitamina C es la reina de las vitaminas. Pero a nosotros no nos basta con saber eso. Queremos comprender cómo ha logrado ostentar ese título, y si realmente se lo merece o le están haciendo demasiada fiesta.
Así que vamos a dejarnos de lío. Es hora de adentrarse en el maravilloso mundo de la vitamina C.
Para empezar, ¿sabemos qué es la vitamina C?
Ok, te aviso: esta es la parte más técnica. Voy a intentar explicarlo de la forma menos medicinal posible, pero por si acaso, ponte en modo doctor (léase con voz de traductor).
Los expertos dicen que:
“La vitamina C, también conocida como ácido ascórbico-L, es un nutriente de tipo hidrosoluble con efecto antioxidante que el cuerpo utiliza para defenderse de los radicales libres.”
Venga, traduzco:
La vitamina C es un elemento que proporciona alimento a [las células de] tu cuerpo. Se disuelve en agua y su función principal es la de ayudar a las células a protegerse de los daños provocados por factores como las temperaturas extremas o cualquier otra situación que dé como resultado el envejecimiento de tu cuerpo.
En resumidas cuentas, así de entrada se presenta como la vitamina que va a luchar contra viento y marea para mantenerte sana. Pero ¿hasta qué punto es esa promesa real?
La vitamina C de las mil maravillas
Si hay algo que todos tenemos claro, es que la vitamina C tiene un montón de propiedades beneficiosas para nuestro cuerpo. Y la verdad, leyendo su definición, casi parece la madre salvadora de nuestro sistema inmunológico. Pero aquí somos muy de mirarlo todo con lupa, así que hemos investigado la certeza de esa afirmación y estos son los resultados que hemos obtenido:
- La famosa palabra: antioxidante. Y ¿qué significa eso? Pues, básicamente, que protege a la piel de los rayos UVA y UVB, por lo que concluyen algunos estudios. Pero esta es un arma de doble filo porque, según los expertos, lo mismo que te da la vida, te la quita (bueno, no literalmente, por suerte). Y es que su forma de actuar consiste en adherirse a los radicales libres – esos que dañan el organismo – para que no ataquen a las células. Vaya, que funciona como un bloqueo. ¿El problema? Que quizás se pase al lado oscuro y acabe convirtiéndose en oxidante. Eso ocurre cuando se expone a sustancias que tienen capacidad de oxidarla, como por ejemplo el agua o la luz. Le pasa algo parecido a lo de los Gremlins: hay que mantenerla a refugio.
- Favorece la formación de colágeno. Si has merodeado un poco por nuestro blog, ya sabrás que es una molécula muy importante para nuestro organismo. Sirve, en gran medida, para mantener la elasticidad de la piel, los ligamentos, los tendones y los cartílagos. Mantiene en equilibrio nuestra composición corporal y, por ello, es importante su síntesis. Es decir: debemos asegurarnos de tener siempre una buena producción del mismo. Y eso podemos hacerlo tomando vitamina C.
- Ayuda en el proceso de cicatrización de las heridas. Probablemente sepas que tener una herida abierta o cerrándose a un ritmo muy lento no es lo más saludable, pero ¿sabes lo que evita la vitamina C con su aporte? Pues algo tan básico – pero importante – como el inicio de una infección. Y sí, aunque te suene a poca cosa, puede llegar a convertirse en un gran problema si no conseguimos cortar su avance. Así que… ya sabes lo que hay que hacer.
- Es un remedio para el corazón. Y es que, gracias a su contribución en la reducción del colesterol, la vitamina C consigue prevenir las enfermedades cardíacas. El funcionamiento es muy sencillo: si hay menos colesterol, hay menos grasa alrededor de los vasos sanguíneo; si los vasos sanguíneos tienen poca grasa cerca, el riesgo de taponarse y tener un colapso es menor, y por ende, se reducen las posibilidades de sufrir un infarto.
- Le pone hierro al asunto. Porque al organismo no hay que quitárselo, hay que ponérselo, y la vitamina C es una gran contribuyente a facilitar su absorción. Tanto es así, que agregarla regularmente a nuestra dieta puede aumentar la biodisponibilidad del hierro de un 5 a un 15% (dependiendo del resto de alimentos que ingiramos). Sí, te lo explico: la biodisponibilidad es el grado y velocidad en que se transforma un nutriente para acceder a la sangre y dar lugar al desarrollo de su función. A mayor biodisponibilidad, mejores resultados nos aportará dicho nutriente a nuestro organismo. En resumen, que tomar vitamina C potenciará nuestra capacidad para absorber el hierro y, en consecuencia, contribuirá a mantener un correcto funcionamiento de nuestro cuerpo.
- Previene enfermedades degenerativas. Tomar vitamina C no hará que seas inmune a sufrir Alzheimer o arteriosclerosis, pero sí que reducirá tus papeletas en ese horrible sorteo. Del mismo modo, previene la modificación celular que provoca el cáncer, gracias al bloqueo que ejerce sobre los radicales libres. Así, se ha demostrado que disponer de un nivel más elevado de vitamina C en sangre ayuda a desarrollar mejores funciones cognitivas y reducir el riesgo de su deterioro.
- Alivia los resfriados. Al contrario de lo que se suele decir, tomar vitamina C no reduce la posibilidad de resfriarte, pero sí que te ayuda a pasarlo sin mucho drama. Contribuye a disminuir la intensidad de los síntomas y, atenta a esto: si la combinas con alimentos ricos en zinc, formarás un tándem tan rico en antioxidantes que serás más resistente a los resfriados. Lo cual significa que, en caso de contagiarte, tendrás menor cantidad de síntomas y te los quitarás antes de encima.
Visto lo visto, parece que se ha ganado a pulso su puesto en la corte alimentaria. Pero el polígrafo no acaba aquí, todavía le falta obtener el título de honor. Sigue leyendo.
Toma vitamina C cuando te enamores…
Y cuando no, también. Por si no lo sabías, cuando te enamoras todo tu cuerpo se modifica químicamente en tu beneficio: produce más melatonina, reduce los niveles de cortisol (la comúnmente conocida como hormona del estrés), se estabiliza la presión y se reducen las posibilidades de sufrir un infarto – entre otras -.
Ahora bien, ni la fase de enamoramiento dura eternamente, ni tienes por qué enamorarte. Así que lo más sensato que puedes hacer es darle a tu cuerpo los nutrientes que necesita para que se mantenga siempre en buen estado (sin necesidad de vivir derrochando miel) o para que pueda afrontar mejor los efectos secundarios de una posible ruptura.
¿Cómo? Pues llevando una dieta equilibrada en la que incluyas la vitamina C (además de tantos otros nutrientes, por supuesto). Y te lo voy anticipando, esa alimentación no necesita ser únicamente la que ingieres por la boca.
Nota: cuando hablamos de dieta, nos estamos refiriendo a cualquier tipo de alimentación. Eso sí, es importante que siempre sea equilibrada.
Vitamina C o la niña mimada de la cosmética
Ya sabemos que cualquier médico o nutricionista nos va a recomendar encarecidamente que consumamos alimentos ricos en vitamina C. La cuestión es que no son los únicos que la aman, también el mundo de la cosmética cae rendido a sus pies.
Y la pregunta que nos hacemos es ¿por qué? Pues porque, al parecer, no hay parte del cuerpo que se resista a sus encantos.
- Es muy útil para combatir las manchas. Interfiere en el proceso de producción de pigmento, haciendo que no se generen nuevas y se reduzcan las que ya están presentes en la piel.
- Por supuesto, funciona a las mil maravillas como tratamiento para el envejecimiento de la piel: reconstruye sus tejidos de forma profunda y elimina las arrugas. Algo que debes saber si quieres entrar en esta batalla es que la vitamina C es mucho más efectiva por vía tópica (es decir, aplicándola sobre la piel) que por vía oral. Eso sí, no todo vale: deberás usar productos cuya concentración de este nutriente supere el 8%. Tampoco parece muy difícil, ¿no?
- Es organizada. No, no has leído mal: mejora la barrera cutánea y reordena la estructura de capas de la piel, dando lugar a un mejor funcionamiento y creando una acción antiinflamatoria. Por eso es ideal para las pieles con dermatitis, psoriasis o acné.
- Su efectividad no entiende de horarios. Si durante el día te protege del sol, durante la noche mejora la elasticidad de la piel, así como su circulación sanguínea.
- En realidad, es un ingrediente amigo de cualquier tipo de piel. Al contrario de lo que mucha gente teme, no irrita ni siquiera las pieles más sensibles. De hecho, su acción calmante es muy beneficiosa para estas.
- Forma un gran equipo con los productos de protección solar. Es más, se necesitan mútuamente: la vitamina C tiene sensibilidad a la luz y, por su parte, los protectores solares aumentan su bloqueo a los rayos UVA y UVB en un 90% al ser combinados con el famoso nutriente. Es un flechazo.
- ¿Recuerdas que ayuda en la absorción del hierro? Pues uno de los resultados de esa acción es un cabello más largo, suave y sano.
- Es un anticaspa natural. Debido a su condición de antiviral, combate la bacteria que genera la caspa y evita que vuelva a aparecer.
Vitamina C, ¿dónde te escondes?
La excusa de que las naranjas no te gustan te va a durar poco tiempo, porque el listado de alimentos que contienen vitamina C es bastante más abierto de lo que crees. Tanto, que la puedes encontrar hasta en ingredientes que ni siquiera te imaginabas.
- Cítricos: naranjas y pomelos. Check azul, esta ya nos la sabíamos todos.
- Frutos rojos: las fresas y las frambuesas del pastel de queso también valen.
- Sección frutas acuosas: piña y kiwi. Que además son unos diuréticos geniales.
- Otras frutas más tropicales como el mango, la papaya o el melón. Cambia el batido de chocolate por un jugo de estas frutas y ya tienes el aporte diario de vitamina C cubierto.
- Por supuesto, también está presente en verduras y hortalizas: brócoli, coliflor, repollo, patata horneada, tomate y pimientos rojos. Vale, lo sé. Los tres primeros no siempre son fáciles de llevar, pero el pimiento rojo combina con casi cualquier cosa y, si lo tomas crudo en ensalada, el aporte que te da es todavía mayor. Del tomate no hace falta que diga nada, ¿no?
- Y aquí viene la sorpresa del día. Además de las fuentes de vitamina C clásicas, que probablemente ya conocías, puedes encontrarla en alimentos como:
- Perejil, albahaca y cebollino
- Guayaba
- Grosella negra
- Mostaza
- Lichi
Estoy absolutamente segura de que al menos uno de los mencionados te gusta. Ahora, esto no es excusa para tomarte cócteles dulces a mansalva o rebozar tus comidas en mostaza. ¡Moderación, por favor!
La vitamina inconformista: también es reina de los mitos
Algo que les ocurre a todas las famosas es que surgen mitos a su alrededor, y la vitamina C no podía ser menos. Nosotros los hemos buscado y los hemos traído hasta nuestro rincón de secretitos para desmontarlos. Ahí van:
- «La vitamina C no es buena para pieles sensibles, secas o grasas». Mentira. Tienes la explicación dos secciones más arriba.
- «Solo hay vitamina C en las naranjas». Mentira. Sube un poquito y te recuerdo por qué.
- «La vitamina C es un nutriente inestable». Es una verdad a medias. Sí, es frágil, ya hemos visto que se puede oxidar con facilidad, pero eso no significa que tengas que tomarte el zumo de naranja corriendo porque se volatiliza la vitamina, como dicen. Simplemente hay que tratar de no exponerla a temperaturas altas o fuentes de luz u oxígeno sin una protección complementaria.
Llegados a este punto, creo que podemos coronarla y dejar que reine en nuestras vidas tranquilamente.
Confío en que ya puedo llamarte experta en vitamina C. Así que ahora es tu turno: inclúyela en tu vida y cuéntame cuántas cosas ha mejorado. ¡Seguro que son más de las que esperas!