El baño de espuma o burbujeante es un acto que muchos entendemos como un placer. ¿Te has preguntado alguna vez por qué? Detrás de un buen baño siempre hay un conjunto de sensaciones y elementos que lo convierten en un instante único y especial, como por ejemplo las bombas de baño.
Su uso se ha extendido hasta tal punto que en SoYes! nos ha dado curiosidad por saber cuál es su secreto. Así que lo hemos investigado y vamos a descubrirte right now por qué estas bolitas son todo un boom – nunca mejor dicho – y cómo puedes aprovechar sus beneficios con este ritual histórico llamado inmersión. Arrancamos.
¿Quién es esa bomba de baño?
Si todavía eres virgen en este terreno, quédate conmigo. Descubrir este mundo es toda una fantasía.
La bomba de baño es un producto cosmético diseñado esencialmente para usarse en la bañera. Consiste en una bola de jabón que, una vez sumergida en el agua, se deshace y crea burbujas o espuma, según su composición (de ahí su nombre).
Desde que apareciese en los años 80, como lo que se podría llamar una casualidad, la bomba de baño ha ido evolucionando hasta convertirse en lo que conocemos hoy: una bolita divertida.
Sus creadores cuentan que nació inspirada por un antiácido, una pastilla que emitía burbujas al sumergirla dentro del agua. Aquello les pareció curioso y decidieron experimentar, creando así un producto cosmético que se saliese de lo convencional y generase una experiencia sensorial. Y lo cierto es que lo consiguieron.
¿Que cómo lo sé? Hay una regla que confirma si un producto es sensorial: si el gato intenta hacerse con él, es que lo has hecho bien.
¿Tienes gatos?
¿Qué efectos tienen sus ingredientes?
La bomba de baño puede tener distintas composiciones, pero en todas encontrarás:
- Bicarbonato de sodio
- Ácido cítrico
Son sus ingredientes principales. Pero no te asustes, aunque suenen mucho a laboratorio, tienen propiedades estupendas para la piel.
En el caso del bicarbonato, se obtiene de las cenizas de las plantas y es muy suave, tanto en lo que a impacto refiere como al efecto que deja posteriormente en la dermis. Es un ingrediente seguro que además tiene efecto limpiador.
En el caso del ácido cítrico, como su nombre viene intuyendo, está presente en muchas frutas, especialmente el limón y la naranja. Actúa como antioxidante natural y es muy útil para combatir las infecciones superficiales en la piel.
Ambos suelen combinarse con aceites esenciales o mantecas naturales para que el producto resultante aporte más beneficios a la piel. No tienen ningún misterio, son tan sencillas de hacer que incluso hay gente que se anima a hacerlas en casa (las más básicas, claro).
Quizás hayas oído hablar también de las burbujas de baño. Es prácticamente lo mismo que una bomba de baño; lo que las diferencia es la mezcla con su ingrediente principal: en el caso de la burbuja, en lugar de hacerse con ácido cítrico, se hace con ácido tartárico. A efectos prácticos, esta última hace espuma y la bomba hace burbujas.
¿Hay diferentes tipos de bomba de baño?
Por supuesto. Hacerse esa pregunta es casi un pecado. Como decía, la variedad es increíble. Personalmente, soy fan de las combinaciones aromáticas, te explotan en la nariz nada más abrirlas (¡no literalmente, por supuesto!). Estos son algunos ejemplos de las que más me han gustado:
- Aguacate y guayaba
- Azahar y flor de guinda
- Bergamota y pomelo
- Hielo de Bayas
- Lavanda y melocotón (mi favorita, sin duda alguna)
- Lichi y noni
- Loto y mimosa
- Mango y naranja
Pero también existen otras opciones que, más allá del campo olfativo, tienen otras características:
- Llevan purpurina
- Combinan colores para crear psicodelia en el agua
- Su forma recrea una figura
Y por supuesto, también las hay por temáticas: Halloween, navidad, Pascua, dibujos animados… Sin duda, las hay para todos los gustos, pero no las hay ni mejores, ni peores. Escojas la que escojas, será un plus para tu baño.
¿Por qué el baño o inmersión?
Aunque a día de hoy nos creamos que somos lo más por bañarnos – y ciertamente, es todo un privilegio -, la costumbre de bañarse lleva entre nosotros desde hace ya mucho tiempo.
Concretamente, desde el antiguo Egipto. En realidad, en aquella época tenían un concepto muy parecido al que tenemos ahora sobre esta costumbre, y es que se concebía como un placer que solo estaba al alcance de los más ricos.
Fueron los griegos quienes implantaron la idea de que el agua caliente tenía dotes curativos, porque solamente podían hacer uso de ella los jóvenes, las personas mayores y los enfermos. Y es que, para ellos, las duchas de agua fría demostraban valentía y virilidad. Hay que decir que lo de ser valiente para meterse en una balsa de agua helada es algo que no se pierde con los años… porque no sé tú, pero yo necesito contar hasta 250 – como mínimo – para sumergirme en ella.
Y cómo no, llegaron los romanos. Los que dijeron: bañarse no es solo una necesidad, también es un placer. Y lo haremos para disfrutar de nuestro tiempo libre y para mantenernos estupendos. Y de ahí, todo ser humano que vino después dijo: pues tenéis toda la razón.
Tanto es así, que en otras culturas, como la asiática, los baños adquirieron distintas connotaciones, todas ellas imprescindibles para el bienestar de las personas: los japoneses trataban de asistir a casas de baños públicas para hacer crecer sus afinidades y los oficiales chinos tenían un día de descanso por cada cinco exclusivamente para darse un baño, entre otras.
No es extraño que este ritual se haya mantenido en el tiempo, pues desde que se descubriera, el ser humano ha encontrado una forma de relajarse y darle una vía de escape a su día a día. Así que la respuesta a la pregunta «¿por qué un baño?» no es más que la siguiente: por ti.
Nota a conciencia: no debemos olvidar que el agua es un bien que escasea. Se estima que en una ducha de 15 minutos podemos llegar a gastar hasta 225 litros de agua, muy cerca de los 230 que usamos para llenar una bañera estándar. Es importante ponernos serios con este tema y hacer un ejercicio de conciencia global cada día. Reducir el tiempo de nuestras duchas y las veces que nos bañamos -así como el nivel al que llenamos la bañera- ayudará a aumentar el abastecimiento.
¿Qué tiene un baño que no tiene una ducha?
Quizás no lo sepas, pero es mucho más saludable tomar un baño que una ducha rápida. Pese a que la segunda pueda ser muy práctica, meterse a remojo durante 15-20 minutos te aportará beneficios tan interesantes como los que te indico a continuación. Toma nota y lánzate (¡sin correr!) a la bañera:
- Purificar tu dermis. Zambullirte en agua caliente abre los poros, te ayuda a eliminar toxinas e incluso te renueva la piel. Sobre todo, si lo haces con la ayuda de sales minerales o una bomba de baño. Es una forma natural de provocar un efecto exfoliante-hidratante. Eso sí, no te pases del tiempo límite (20 minutos) o puedes correr el riesgo de convertirte en un pellejo andante. ¡Mantén cerca el reloj!
- Fortalecer el corazón. Si tienes agallas a hacerlo con agua fría, te ayudará a reducir la presión sanguínea y a mejorar las funciones cardiovasculares. Aunque, insisto: ayuda no significa milagro; es un complemento puntual a unos hábitos de vida saludables.
- Apaciguar el dolor muscular. Dado que las altas temperaturas ayudan a relajar los músculos, este es un buen remedio que puedes tomar puntualmente para aliviar tensiones (que, si te pasa como a mí, seguro que son más de las que quisieras). Añadirle complementos como la sal o los jabones en formato bomba de baño hará que alcances otro nivel de relajación.
- Quemar calorías. Concretamente, las mismas que en una caminata de 30 minutos. Pero cuidado, no te lo tomes como que te estoy animando a quedarte en el sofá: hacer ejercicio es un hábito básico para mantener un buen estado de salud.
- Reducir los niveles de azúcar. Parece ser que sumergir el cuerpo en agua caliente puede ser tan efectivo como dar un paseo en bicicleta. Y es que ambos contribuyen a reducir los niveles de azúcar en sangre a partes iguales.
- Prevenir el envejecimiento prematuro. Seguro que ya lo conoces, pero me gustaría presentarte a mi gran amigo el cortisol. Él, o más bien dicho ella – es una hormona – es quien se encarga de dispararte todas las alarmas cuando sufres estrés, entre ellas las marcas en la piel, la bajada de defensas o incluso la ansiedad. Todo esto te puede provocar un deterioro de salud que con un baño de agua fría recurrente puedes ayudar a regular. ¿Por qué? Pues porque contribuye a reducir los niveles de cortisol.
- Regular la digestión. Siento decírtelo, pero sí, también tiene que ser con agua fría. Y es que un buen choque de temperatura puede ayudarte a eliminar los gases así como mejorar el funcionamiento de los intestinos. Eso sí, asegúrate de haber completado la digestión antes de hacerlo, no vayamos a tener un disgusto.
- Mejorar el descanso. Si lo haces por la noche, con agua caliente, y justo antes de irte a dormir, es como… cantarte una nana. Te deja en el punto perfecto para meterte en la cama y no contar ni una sola oveja. K.O técnico. Y además duermes mejor.
- Mejorar tu estado anímico. Hay quien medita para mantener su paz interior. Si eso no es lo tuyo, siempre puedes darte un baño de agua caliente. Es súper satisfactorio y aleja las emociones negativas como la sensación de soledad.
Si después de leer todas estas maravillas no te apetece ponerte a remojo con una bomba de baño que te alivie las penas, no seré yo quien te juzgue. Cierto es que uno solo no te solucionará la vida, y muchos frecuentes se la acabarán amargando a otros. Pero, como dice el refrán, uno al año…
¿Crees que te va a hacer daño?